Pacho, Francisco Maturana, el
profesor Maturana, o el doctor Maturana es un personaje de referencia obligada
porque manejo las ilusiones de todo un país atribulado por toda suerte de
desgracias y crisis. Todos los colombianos se acostumbraron a tener una dosis
de masoquismo en sus expectativas, porque normalmente todo el entusiasmo y la
esperanza, eran aplastados al final por la adversidad de los resultados. Es mas
se aguantaron 28 años sin ir a un mundial, y a nivel de clubes la libertadores
siempre se escapaba en el último instante, como si eso fuera parte de nuestro
derrotero futbolístico.
Con Maturana en tres años el
panorama del futbol nacional cambio totalmente. Adicionalmente se comienza a
reemplazar jugadores extranjeros por muchachos de la tierra a quienes les había
faltado liderazgo y apoyo, y se usaron equipos permanentes como base de la selección.
Por todos los éxitos conseguidos,
este paisa nacido en choco (considerado así porque vivió la mayor parte de su
vida en Medellín, y porque en Antioquia fue que consiguió sus éxitos) se convirtió
en una persona digna de respeto y admiración.
Maturana es exquisito en sus
gustos. Es claro, preciso, convencido, templado, orgulloso y se da el lujo de mirar
por encima del hombro muchas tradiciones. Las críticas no le hacían mella. Es igual
ayer que mañana, se mantiene en sus decisiones y respeta siempre su palabra.
Por dentro Maturana es un tipo
explosivo, es mas, se cuenta la anécdota de que en un partido las cosas no le
estaban saliendo según lo planeado, este sin mostrar desespero bajo al terreno
de juego y realizo los cambios, enseguida dio la orden de terminar el partido
antes del tiempo reglamentario.
En el final del prologo del
libro, el autor José Clopatofsky se refiere a él, dice que fue una experiencia
fascinante haber producido este libro, debido a que conoció al otro hombre que
vive debajo de esa piel que parece insensible. El que escucha y baila salsa
durante horas y horas, el que se pierde en las esquinas del barrio de su
infancia en Medellín a jugar cartas con sus amigos en la barra Santa Lucia, el odontólogo
que se eriza cuando lo homenajean sus inseparables compañeros, el padre de tres
hijos y esposo feliz para quien sus 200 metros cuadrados de hogar son el único espacio
que no le ha quitado la opinión pública.
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